No veremos
en la cinta nada morboso sobre los atentados. La historia se centra en la
búsqueda de un niño, el cual, al desparecer su padre, intenta buscar la pista de
una llave que encuentra en un armario y que sospecha le dejó su padre para que
encontrara lo que abre y así obtener un último recuerdo de él. Por el camino
descubrimos un Nueva York aún triste y desolado, que intenta buscar consuelo en
el tiempo y que todavía se encoje y se hace pequeño ante lo que ocurrió.
Un nueva York que me encanta y que se muestra más melancólico que nunca,
con el Central Park como punto de encuentro y que viene y va durante toda la
película.
Y todo
encaja una vez más. Daldry sabe llevarnos donde quiere y nos vuelve a
sorprender. Sabe dirigir y sabe tambien elegir a sus estrellas. Si en Las
Horas descubríamos a una Nicole Kidman brillante en uno de sus
mejores papeles con el apoyo de Meryl Strreep y Julianne Moore y en El
Lector conseguía que Kate Winslet se hciera por fín con su Oscar, en esta
ocasión consigue lo imposible. Logra que nos encante Sandra Bullock, que
disfrutemos con ella, que la entendamos y suframos con ella. Debe estar
orgullosa esta actriz ya que sin lugar a dudas es el mejor papel de su carrera,
por mucha estatuilla que consiguiera años atrás. Igual pasa con Tom Hanks, algo
oxidado desde su
último estreno y que vuelve en plena forma, al igual que la fantástica Viola
Davis, que apenas sale en la cinta pero que se convierte casi en protagonista y
el pobre de Max Von Sydow que consiguió la nominación al Oscar por un papel en
que no habla ni una sola vez. Aunque si hay que destacar a alguien en especial
es al protagonista de la película, el niño interpretado por Dennis
Hearn y que logra salir airoso en su primera película gracias a
su carisma e inocencia, algo que Daldry también sabe
hacer muy bien como demostró con Billy Elliot, encontrando a un jóven
Jamie Bell que llenaba la pantalla con su sonrisa e ilusión.
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