Navegando por la web el mes pasado he podido
darme cuenta de algo que no me ha hecho mucha gracia la verdad, y es que creo
que en la blogsfera no ha calado del todo bien el mensaje de
Shame, o no se ha entendido del todo esta película, recogiendo
entradas y comentarios bastante críticos, pero también muy pueriles.
Como sabréis, Shame es una de las películas más
señaladas que la hornada del mes pasado nos deparó en las salas de cine, la
última peli del irlandés (aunque no lo parezca) Steve McQueen y del actor alemán
Michael Fassbender, con la inestimable colaboración de la preciosa Carey
Mulligan. A la hora de valorar una película de un modo más o menos objetivo,
tengo tres fuentes a las que recurro en primer lugar:
1º. La taquilla: dado el innegable carácter de
negocio que tiene la industria del cine, por lo menos la actual, la taquilla es
quien decide si una película se convierte en un acierto o en un fracaso, así de
simple. Lo cierto es que las cifras de taquilla de Shame, teniendo en cuenta el
tipo de película que es, no están nada mal.
2º. La crítica: más especializada en diversos
medios, papel y webs, con palabras más que favorables tanto para las dos
actuaciones principales de la cinta como para su director.
3º Y por último, pero no por ello menos
importante, la comunidad de blogs sobre cine que hay en la web: y es aquí donde
me he sorprendido al encontrar bastantes críticas negativas, incluso sarcásticas
sobre el bueno de Fassbender o la pobre Mulligan.
La verdad es que no suelo alinearme del todo con
ninguna de las tres, pero sirven para hacerme una idea de lo que voy a ver en
pantalla, y cuál es mi sorpresa al ver que me siento perfectamente identificado
con los dos primeros, mientras que me alejo en exceso del tercero.
Y es que Shame es una película contemplativa, sí,
pero para nada tiene un ritmo narrativo lento, porque en una película no siempre
se cuentan historias con palabras, a veces su mayor lirismo y dramatismo se
encuentran en miradas, en gestos, en actuaciones aparentemente grotescas o sin
sentido. Shame es una película de este estilo, es la educación sexual de dos
hermanos que queda marcada profundamente por un hecho de la infancia,
determinando su desarrollo personal hacia caminos diferentes, pero igualmente
dramáticos.
Shame es una oda hacia el cine más sensorial,
porque se basa en que el espectador sea cómplice de la cinta a través de lo que
percibe en la pantalla por lo que ve y por lo que escucha. No es de extrañar,
por tanto, la calidad de sus imágenes como de su banda sonora. Nos regala
imágenes para el recuerdo: un sórdido club de citas homosexual, una carrera
nocturna por Nueva York con una larguísima secuencia, imágenes de lo más
eróticas en el metro de la ciudad, etc. Pero sobre todo, nos regala una historia
de inadaptados, de dos hermanos que viven la misma tristeza de forma diferente,
posiblemente Carey Mulligan lo explique mucho mejor que yo en esa versión
terriblemente deprimente de New York New York.
Esto y nada más es lo que se esconde tras lo más
evidente y pueril de la película.
La última parte del artículo se la quiero dedicar
a una serie que me ha enamorado, la serie que más cerca ha estado de hacernos
sentir algo parecido a lo que vivimos con Los Soprano (con el permiso
de Deadwood, hay que ser justos), y que ha sido tristemente cancelada,
la producción de Dustin Hoffman y Michael Mann Luck. Nos
encontraremos en un hipódromo de Las Vegas, en la piel de corredores de
apuestas, ludópatas, mafiosos chinos, e italo-americanos corruptos que también
recordarán un poco a la Casino de Scorsese. Y es que si Deadwood era
Los Soprano en el Oeste, Juego de Tronos era Los Soprano enla Edad Media y Roma
Los Soprano enla Antigüedad, ahora nos encontramos con las mismas relaciones de
poder entre caballos.
Tristemente cancelada, al parecer no ha superado
las críticas y presiones de diversas asociaciones de animales, que se mostraron
contrarias a la continuación de la 2º temporada con motivo del fallecimiento de
3 caballos en accidentes del rodaje. Sin más, habrá que esperar a la próxima
colaboración Mann-Hoffman (que no está muy lejana).