El pasado viernes se estrenó Aquí y Allá, una co-producción entre España, Mexico y EEUU que viene abalada por el premio Fipresci de la semana de la crítica en el último festival de Cannes.
La historia ha sido retratada ya en alguna ocasión. Nos habla del regreso, de la vuelta a casa tras una emigración obligada, de todo lo que se queda en el camino después del duro trance y de esa vida a medias que transforma el mundo del individuo que se va y también de los que se quedan. Sin embrago, algo diferente nos enseña este director: con una mirada subjetiva pero tremendamente real, casi rodado como un documental, nos muestra el universo completo de una familia rota, sin dramas ni excesos; esa cotidianidad pura que sin gritos ni lágrimas consigue traspasar la pantalla con una mirada rota por el dolor ante el fracaso y la desilusión de volver a empezar. Una película cargada de silencios compartidos, de momentos familiares y de amistades rotas por el paso del tiempo.
Gran parte de ese logro en su realismo se debe al reparto, todo actores no profesionales que le aportan ese tono documental y llenan y atraviesan la pantalla con su verdad. Mención especial para Pedro De los Santos, que borda un papel complejo y difícil y lleva, además, todo el peso de la película.
Aquí y allá es un canto a la desesperada, un llanto sordo que no se ve pero se siente y mucho. Un drama actual, muy bien contado y narrado de forma brillante.
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