Steven Spielberg vuelve por tercera vez a tratar el tema de la esclavitud tras El color púrpura y Amistad esta vez para presentarnos a un Lincoln, para muchos el presidente más querido de EEUU, en sus últimos años de vida, tratando de terminar una guerra que se preveía eterna e intentando aprobar una de las leyes más importantes de la historia americana: La abolición de la esclavitud.
Es notable que todo en Lincoln está fabricado a lo grande. Desde la música, compuesta por el hombre habitual de Spielberg, John Williams, la fotografía, cuidada hasta el último detalle como suele ser habitual en las cintas de este director, hasta las interpretaciones, hechas única y exclusivamente para cosechar premios; es, probablemente, por esa mezcla de moralina y producto fabricado que la cinta no funciona demasiado bien. Spielberg lleva demasiado tiempo obsesionado con hacer películas que lleguen al alma pero no lo hace por el camino adecuado, se deja llevar por lo superfluo y lo evidente y eso le pasa factura. La película es buena, de eso no hay duda, pero no es la obra maestra que pretende ser. Por el camino se queda esa chispa que hace años poseía y le hizo grande y nos produce cintas en las que la inteligencia del espectador queda en entredicho: todo bien "masticado" para que se digiera bien, para que no se piense más que en el mensaje que se pretende dar. Una película pensada para triunfar en unos Oscar que se le resisten precisamente por el tipo de obra que pretende hacer y que pasará a la historia sin pena ni gloria.
Aún así, como he dicho antes, la película es buena. Posee, desde mi punto de vista, dos grandes cualidades. Por un lado, narra muy bien el asunto político de la trama. Las conspiraciones que se llevaban a cabo, los planes de cada uno para alcanzar el éxito. En ocasiones sentía envidia de esa política en la que se habla, se dialoga y se llegan a acuerdos para proteger al pueblo, algo que no sucede en la actualidad y que todos los políticos de este país parece que no entienden. Una política para el pueblo, y CON el pueblo. Spielberg nos enseña esos entresijos políticos de una manera formidable, manteniendo una tensión constante a pesar de conocer la historia. Por otro lado, la otra cualidad a la que me refiero es la actuación de los protagonistas. Si bien el guión está pensado para favorecer a los actores, es digno de admirar la transformación de Daniel Day-Lewis convertido en un Abraham Lincoln en una interpretación digna de una nominación al Oscar, (que, me aventuro, no ganador) y sobre todo una Sally Field que se sale del papel y que por primera vez este año ha conseguido que se me erice la piel ante una actuación. Mención especial merecen Tommy Lee Jones, en un papel muy amable y agradecido y William Seward, al que sigo desde Buenas noches y buena suerte.
Lincoln parte como favorita este año en los Oscar tal como viene siendo habitual en los films de Spielberg, aunque no le auguro un gran éxito. Este es el año del Amor. La respuesta: el próximo 24 de Febrero.
2 comentarios:
Un gran personaje, en su faceta política y personal, pero demasiado charleta, en esta versión, un vara, sermoneador, y a ratos incluso un tanto lunático. Y todo en esa manera tan Spielberg, de resaltar emociones de forma descarada a través de la música, de abrazos del 'todosjuntosporfin', tan impositivo en sus sentimientos... Pero un personaje como Lincoln no puede producir una mala película y de estas tampoco Spielberg sabe hacerlas. Un saludo!
Es cierto que un personaje como Lincoln da mucho juego y puede producir una gran película. Veremos que pasa en los Oscar!
Saludos!
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