Siempre
es un placer hablar de él. Ya lo hicimos con un Imprescindible
como Million Dollar Baby en la temporada pasada y hemos
querido volver a hacerlo con otra de sus grandes películas en homenaje a sus 82
años que cumplió el pasado 31 de Mayo. Esta vez llega la hora de un Western,
dedicado a nuestro colaborador Piru,
experto en el tema y que seguro disfrutó de Sin perdón.
Eastwood
pensó en ella como la última de sus películas, quizás como despedida del Western
y del gran cine, despues de una década marcada por cintas bastante pobres como
El Novato y alguna que otra demanda que manchó su imagen en los 90.
Quizás por eso se tomó Sin Perdón con más calma, ensayó durante mucho
más tiempo y se encargó de realizar muchos más planos de lo habitual. Quería
despedirse a lo grande, dirigiendo una película muy cuidada, pensada como
colofón a su carrera y como fin de los Western, un género que había cultivado
durante toda su vida gracias a su imágen ruda y serena. Y de pronto, contra todo
pronóstico, la película funcionó. Logró un gran éxito en taquilla y los
críticos se quitaban el sombrero ante una película que a día de hoy
sigue siendo el último western elegante rodado. Cuatro Oscar incluyendo
mejor Director y mejor Película de nueve candidaturas posibles hicieron el
resto. Unos académicos en pie aplaudiendo al maestro que a partir de ese momento
decidió dedicarse enteramente a dirigir películas y que poco tiempo después nos
deleitaría con clásicos ya como Mystic River, Los puentes de
Madison o Gran Torino. Al final la vida dió otro de sus giros y lo
que parecía el final de una carrera se convirtió en un principio absolutamente
delicioso.
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Y si todo
esto no fuera suficiente, Eastwood además se rodeó de un reparto extraordinario.
El gran Morgan Freeman le acompañó, como después volvería a hacer
interpretando brillantemente a ese amigo loco que te sigue a todas partes, que
disfruta de tu alegría y que no le importa ni el lugar ni las razones.
Ese amigo que está ahí siempre, incluso al final. Y un Gene Hackman soberbio en
el papel de su vida y que le valió un Oscar a mejor Actor de reparto.
Un western
mágico y de calidad, de los que ya no quedan y ya no se hacen, quizás porque es
insuperable. Con una gran estética y rodada con un gran cuidado, como uno de
esos regalos pensados para el final de una fiesta, como el final de una etapa
que termina y que acaba convirtiéndose irremediablemente, en algo mucho mejor.
Eastwood, no te vayas nunca.
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