lunes, 5 de diciembre de 2011

Medianoche en París, de Woody Allen



Woody Allen siempre consigue una magia especial en sus películas. Si en Annie Hall lograba encandilar a un público jóven gracias a sus múltiples giros jugando con las reglas cinematográficas, en esta ocasión coquetea con el tiempo y el espacio, situando al mismo personaje en varias épocas distintas de la historia con un bello París como telón de fondo.
Y es que París es el personaje principal de esta bonita historia. Un París bohemio, que reparte arte por cada esquina y que ejemplifica ese arte hasta en el magnífico cartel promocional, uno de los mejores que se han publicado en los últimos años. Un París que nos presenta a sus más ilustres personajes, propios y ajenos, y que nos muestra la ciudad en sus mejores años. Woody Allen escribe y dirige una historia bohemia que, previsiblemente,es una de las mejores historias sobre la ciudad del amor.
Pocas cosas fallan en la cinta, un guión sorprendente y original, que casi con total seguridad se llevará la nominación al Oscar, y una fotografía con colores claros y afrancesados. Un sonido de saxos al más puro estilo Allen y una gran puesta en escena. Lástima del reparto. Marion Cotillard, guapísima en su personaje de los años 20 y Rachel McAdams son las únicas que se salvan de la quema. Owen Wilson, que nunca ha sido un buen actor, desprovecha la oportunidad de su vida al tratar de imitar en gestos y balbuceos al mismísmo Allen, ¿como se atreve?, es una pena porque hubiera quedado infinitamente mejor si hubiera hecho de sí mismo. Lo de Adrien Brody ya es otra cosa. Lo suyo es una burda, triste y patética imitación del gran Salvador Dalí que chirria hasta decir basta y desmerece parte del trabajo de toda cinta. Brody juega con fuego y se quema en la que es una de las peores interpretaciones que he visto últimamente.
Mención especial merece Sonia Grande, nuestra diseñadora de vestuario más internacional, que no defrauda y una vez más acierta en el complejo mundo de Allen, como ya hizo en Vicky, Cristina, Barcelona.

No es la mejor cinta del neoyorkino, pero si que entra dentro del selecto grupo de las mejores. Algo bastante destacable sobre todo después de sus últimos tropiezos incluyendo la desafinada Match Point, muy valorada por muchos pero carente de calidad. Parece que Woody vuelve a refinarse, ojalá fuera cierto.

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