¿Cuál es la influencia que ejercen sobre nosotros
los premios cinematográficos? ¿Determina el palmarés de una película que nos
decidamos a verla? La respuesta, en la mayoría de los casos, parece clara:
Sí.
Cuando nos “venden” que cierto drama con
aires clásicos y pocos momentos de grandiosidad que trata sobre un rey tartamudo
ha conseguido nosécuántos premios Oscars, hay
una especie de pulsión interior que nos “arrastra” hasta una sala de cine (a ser
posible en una butaca de la fila 11, ¿recuerdan?). Cuando nos enteramos de que
cierta película con actores de renombre y director de culto ha ganado el “Premio
más importante del Festival de Cine más importante”, aquellos que gustamos del
séptimo arte no podemos dejar de verla, aunque lo que nos encontremos después
sea un ejercicio de petulancia del realizador y aquellos magníficos intérpretes
apenas tienen alguna frase…
Pero quiero ir más allá. Porque no sólo los
premios aseguran el éxito en taquilla, sino que, cada vez es más fuerte
e influyente la opinión de los usuarios en blogs, foros y webs de cine.
En realidad, siempre ha sido así, es el clásico método del boca oreja que,
gracias a la red, ha adquirido unas magnitudes que me atrevo a calificar como
kingkongnianas, y crea de manera indiscriminada una serie de valores
cinematográficos colectivos que, en la mayoría de los casos, son de usar y
tirar, pero que consiguen un arraigo social exprés tan profundo que posicionarse
en contra puede llegar a resultar incluso destructivo para quien lo haga.
Algunos ejemplos más o menos recientes: Si hace un par de años decías que habías
detestado Avatar, la gente te miraba mal e incluso podías provocar
rechazo en determinados círculos frikis. De la misma manera que
posicionarse en contra de una “obra maestra” como No es país para
viejos, de los hermanos Coen, podía crearte enemigos gafapastas.
Es decir, en buena medida, entre unos y
otros, se conforman las expectativas que tenemos hacia los largometrajes que van
llegando a las salas. Pero
cuidado, porque estas expectativas pueden jugarnos una mala pasada.
Cuando las alabanzas son excesivas y te preparas para ver una
película de 10, no es complicado que salgas del cine habiendo visto una buena
película, sí, pero que te ha sabido a mediocridad. El caso contrario es mucho
más reconfortante: si algún osado se decide a ver una película que no para de
cosechar ataques, puede salir del cine y efectivamente pensar que ha visto una
“considerable mierda” o, en el mejor de los casos, salir con una sensación
positiva (lo que acarrea, a su vez, entrar en el juego de defender una película
atacada y ser igualmente atacado).
En las últimas semanas he visto dos películas
que, en mi imaginario, tenían unas expectativas creadas elevadísimas, y son las
que me han llevado a escribir este artículo:
Melancolía, de Lars Von Trier (con Kirsten Dunst
galardonana como Mejor Actriz en Cannes) y Criadas y
señoras, que no para de recibir elogios de crítica y público y
parece que es ya una de las favoritas para los próximos premios Oscars. Las dos
me han gustado. Ambas son buenas películas, con destellos del mejor cine
actual, pero no me han parecido las obras maestras que me vendían a bombo y
platillo. Y el regusto no es tan dulce como esperaba.
Por eso, y en definitiva, creo que es
necesario ser cauteloso, mantener la cabeza fría a la hora de ver una película,
dejarse llevar únicamente por las voces y las imágenes que escuchamos y vemos en
la pantalla, lo que no supone el aislamiento previo, sino la elección adecuada
de sitios y círculos cinematográficos que eviten llevarnos a la creación de
expectativas erróneas. ¿No creen?
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