Todos
conocemos ese tipo de películas en las que al empezar se comete un delito,
(asesinato, generalmente) y toda la trama gira alrededor de un juicio, en
ocasiones eterno, que termina con el discurso emotivo y radical de un abogado
hacia el condenado. Sobre esa tipología en concreto, conviene advertir que
existen dos variantes. Las primeras, a las que personalmente llamo “películas
pre-siesta” y que son la mayoría, son aquellas que suelen emitirse en
televisión en horario de sobremesa y que son tremendamente soporíferas, esas
cintas largas y aburridas carentes de emoción y cuyo objetivo fundamental es
hacernos dormir plácidamente hasta que el discurso final de ese abogado nos
despierta y nos hace darnos cuenta de que hemos vuelto a caer en las redes de
Morfeo. En el segundo grupo están las obras maestras. Esta película entra dentro
de esta última familia.
La conspiración relata el juicio que se produjo a raíz del asesinato del
presidente de EEUU, Abraham Lincoln, pero centrándose en la lucha de una madre
por su propia inocencia, condenada a morir ahorcada por colaborar en la
conspiración creada para el magnicidio. Muy interesante además los momentos
históricos que nos brinda, con un Lincoln agónico trasladado a una casa
particular y los momentos angustiosos que vive un gobierno en estado se shock
tras la muerte de su presidente.
Todo en la película es puro arte. Se nota que Robert Redford se ha ido
refinando con el paso del tiempo. Si en gente corriente conseguía el
Oscar y el respeto de crítica y público y en el río de la vida lograba
una perfecta armonía entre el mundo estético y el mundo narrativo, es en
la conspiración donde consigue que el placer
inunde nuestras retinas con la bella fotografía y el perfecto montaje.
Jamás había visto un Washington de finales del siglo tan visualmente atractivo y
atrayente. Realmente te invita a pasear por esas calles y disfrutar con cada
segundo que se muestra en la cinta.
Tal vez sea por ese seductor ambiente, la cinta no se antoja pesada y gracias
a su cuidada estética otorga cierto grado de complejidad a una historia quizás
demasiado simple. Es en eso precisamente donde la película pierde puntos.
Muestra un exceso de “clichés” demasiado evidentes que nublan la perfecta
armonía de su fotografía.
Tampoco se entiende como Redford no ha contado con actores más conocidos que
le hubieran dado más importancia a la cinta y también más calidad
interpretativa. Mencionar a Robin Wright, que interpretó al amor eterno de Forrest
Gump y que se muestra perfecta como Mary Surrat, la mujer condenada y a Evan
Rachel Wood, digna de mención y que en España algunos la conocemos por el papel
de Reina Sophie-Ann en la serie True Blood. El mas desaprovechado es sin duda
James McAvoy, que si bien no desafina, si parece bailar en algunas
ocasiones.
Es, resumiendo, una película visualmente perfecta y entretenida, muy al
estilo de otras cintas como JFK
o Kramer contra Kramer y todo un ejercicio de historia americana
que de vez en cuando nos gusta ver en el cine. Muy recomendable.
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