miércoles, 7 de diciembre de 2011

La fila 11. Expectativas Creadas


¿Cuál es la influencia que ejercen sobre nosotros los premios cinematográficos? ¿Determina el palmarés de una película que nos decidamos a verla? La respuesta, en la mayoría de los casos, parece clara: Sí.
Cuando nos “venden” que cierto drama con aires clásicos y pocos momentos de grandiosidad que trata sobre un rey tartamudo ha conseguido nosécuántos premios Oscars, hay una especie de pulsión interior que nos “arrastra” hasta una sala de cine (a ser posible en una butaca de la fila 11, ¿recuerdan?). Cuando nos enteramos de que cierta película con actores de renombre y director de culto ha ganado el “Premio más importante del Festival de Cine más importante”, aquellos que gustamos del séptimo arte no podemos dejar de verla, aunque lo que nos encontremos después sea un ejercicio de petulancia del realizador y aquellos magníficos intérpretes apenas tienen alguna frase…
Pero quiero ir más allá. Porque no sólo los premios aseguran el éxito en taquilla, sino que, cada vez es más fuerte e influyente la opinión de los usuarios en blogs, foros y webs de cine. En realidad, siempre ha sido así, es el clásico método del boca oreja que, gracias a la red, ha adquirido unas magnitudes que me atrevo a calificar como kingkongnianas, y crea de manera indiscriminada una serie de valores cinematográficos colectivos que, en la mayoría de los casos, son de usar y tirar, pero que consiguen un arraigo social exprés tan profundo que posicionarse en contra puede llegar a resultar incluso destructivo para quien lo haga. Algunos ejemplos más o menos recientes: Si hace un par de años decías que habías detestado Avatar, la gente te miraba mal e incluso podías provocar rechazo en determinados círculos frikis. De la misma manera que posicionarse en contra de una “obra maestra” como No es país para viejos, de los hermanos Coen, podía crearte enemigos gafapastas.
Es decir, en buena medida, entre unos y otros, se conforman las expectativas que tenemos hacia los largometrajes que van llegando a las salas. Pero cuidado, porque estas expectativas pueden jugarnos una mala pasada. Cuando las alabanzas son excesivas y te preparas para ver una película de 10, no es complicado que salgas del cine habiendo visto una buena película, sí, pero que te ha sabido a mediocridad. El caso contrario es mucho más reconfortante: si algún osado se decide a ver una película que no para de cosechar ataques, puede salir del cine y efectivamente pensar que ha visto una “considerable mierda” o, en el mejor de los casos, salir con una sensación positiva (lo que acarrea, a su vez, entrar en el juego de defender una película atacada y ser igualmente atacado).
En las últimas semanas he visto dos películas que, en mi imaginario, tenían unas expectativas creadas elevadísimas, y son las que me han llevado a escribir este artículo: Melancolía, de Lars Von Trier (con Kirsten Dunst galardonana como Mejor Actriz en Cannes) y Criadas y señoras, que no para de recibir elogios de crítica y público y parece que es ya una de las favoritas para los próximos premios Oscars. Las dos me han gustado. Ambas son buenas películas, con destellos del mejor cine actual, pero no me han parecido las obras maestras que me vendían a bombo y platillo. Y el regusto no es tan dulce como esperaba.
Por eso, y en definitiva, creo que es necesario ser cauteloso, mantener la cabeza fría a la hora de ver una película, dejarse llevar únicamente por las voces y las imágenes que escuchamos y vemos en la pantalla, lo que no supone el aislamiento previo, sino la elección adecuada de sitios y círculos cinematográficos que eviten llevarnos a la creación de expectativas erróneas. ¿No creen?

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